El tratamiento de ortodoncia, más allá de ser visto por muchos como una solución meramente estética a un problema dentario, es quizás la disciplina más compleja que existe a la hora de rehabilitar a un paciente.
Deformidades craneofaciales, malos hábitos en la niñez, crecimiento discordante de huesos maxilares respecto a tamaño de dientes temporales y definitivos, son sólo algunos temas que se tratan y se solucionan efectivamente durante este tratamiento.
La incomodidad y el largo tiempo de terapia, lleva a muchos a pensar que es un método lento e ineficaz, pero lo cierto es que desde el momento del estudio del paciente, se comienza un largo camino que consiste en devolver exitosamente armonía y funcionalidad al paciente.
Luego de realizar el tratamiento en donde trata el “apiñamiento” dentario y se consigue una posición dentaria adecuada y estable en el tiempo, el odontólogo ortodoncista remueve los aparatos (fijos o removibles) e instala por cara palatina o lingual de los dientes (en esta mayormente en la actualidad) una especie de “refuerzo” en alambre acerado, el cual va cementado a los dientes, para que éstos al cabo de un tiempo no vuelvan a su posición anterior.
Cuando se ha cumplido un tiempo prudente con aquella contención fija, se elabora en el laboratorio una contención rígida removible a partir de un modelo de yeso del paciente. Este, según las indicaciones del odontólogo, podrá ser usado durante las noches solamente o también en ciertos momentos del día, con el mismo fin de la anterior: evitar que los dientes vuelvan a su posición original.